El cielo está gris
Son las nueve y media
Ella sigue en la cama
Blanca
Gris
Abro la puerta
Miro gris
El té con mucha azúcar desparramado en la mesada
Me siento en el sillón
Hay viento
Llueve
Sweet Madness
(pensamientos fugaces o ficciones basadas en intepretaciones un poco equivocadas de la realidad)
6.4.18
19.2.18
13.6.17
8.6.17
30.5.17
29.5.17
16.5.17
te fuiste, qué estúpido
te fuiste a México
intentando escapar de vos,
de mí
sabiendo que no se puede,
que esas cosas no se dejan atrás,
que aunque no quieras
voy con vos
a cualquier lugar.
aunque no vuelvas
nunca
3.5.17
Morocho y tetón
Sigo esperando a que te subas al tren
En tu estación
Todo morocho y tetón
De pelo largo
Porque así te veías en el video de youtube
De mi imaginación
Aunque ya te lo hayas cortado
Y seguro te hayas tomado el 29
14.3.17
5.3.17
28.2.17
24.2.17
20.2.17
4.2.17
Hoy me duele la cabeza
Quizá sea la resaca de esta familia o mi hipocondríaca soledad que de sempiterna no me deja en paz.
Tal vez la ciudad amurallada que de tanto sofocarte te deja sin respirar.
Puedo culpar a la hamaca paraguaya colombiana blanca que invita a la melancolía y le promete que hay patacones con suero sin sal.
O a mi teléfono que me llama y ruega e implora y suplica que no lo deje solo, que no lo deje de acariciar, que no le quite los ojos de encima y que no lo deje de pensar.
También puede ser Carlos, que da un poco de miedo y no me prepara mi desayuno. Porque aunque haya comido elefantes anoche, no puedo salir a escapar de mí sin haberme tomado el tecito y haber gastado mi cara de sal para no asustar a nadie en la calle.
Capaz sea el aire acondicionado que a 18 grados no enfría, vengándose y burlándose de la hipocresía y de las pretenciones de grandeza de esta raza horrenda que todo lo acapara y nada lo tolera.
Aunque a lo mejor sea el alcohol.
Tal vez la ciudad amurallada que de tanto sofocarte te deja sin respirar.
Puedo culpar a la hamaca paraguaya colombiana blanca que invita a la melancolía y le promete que hay patacones con suero sin sal.
O a mi teléfono que me llama y ruega e implora y suplica que no lo deje solo, que no lo deje de acariciar, que no le quite los ojos de encima y que no lo deje de pensar.
También puede ser Carlos, que da un poco de miedo y no me prepara mi desayuno. Porque aunque haya comido elefantes anoche, no puedo salir a escapar de mí sin haberme tomado el tecito y haber gastado mi cara de sal para no asustar a nadie en la calle.
Capaz sea el aire acondicionado que a 18 grados no enfría, vengándose y burlándose de la hipocresía y de las pretenciones de grandeza de esta raza horrenda que todo lo acapara y nada lo tolera.
Aunque a lo mejor sea el alcohol.
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