Es un señor de pelos blancos, con muchos
años en la espalda que no le pesan. Él envejeció de cuerpo pero sigue siendo lo
mismo de siempre; los mismos chistes, la misma forma de comer, y el perfeccionismo
de toda la vida. En sus ojos no se nota el paso de los muchos inviernos. Su
sonrisa irradia millones de dichas vividas y sus gestos, una sabiduría
antiquísima pero con mohines de nene; no se deja vencer por los tantos achaques
de la edad. Él encuentra júbilo hasta en el más mínimo escenario y se siente
dichoso. Tiene defectos también, no se puede uno meter con su comida porque hay
que ver la que se arma. Él es un señor que todo lo sabe, y en su silencio todo
lo dice.
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