12.12.12

Labios resecos, cortados y duros por la sed, entreabiertos y arreglándoselas para rebuscar un poco de aire. Inhaló con mucho esfuerzo lo que creyó que sería su último pedazo de este mundo. (Un par de dedos finitos, con esmalte zarzamora cascado, treparon por los pantalones azules y se trabaron con solidez a la tela dura. Al mismo tiempo, una mano rozó la oreja a la que esos dedos pertenecían, y esa nariz respiró.) No precisó cerrar los ojos mientras evocaba uno de sus más preciados recuerdos porque sus músculos no le permitían mantenerlos abiertos. Sus pensamientos ya eran borrosos, no se entendían. Al final no hubo nada, ni una línea de tiempo frente a su mirada, ni luz. Nada, cero. El final fue simplemente eso, un cierre, una conclusión vacía. Fin.