Al principio
fue enojo. Un enojo que lentamente se fue transformando en entendimiento y
admiración, mezclado con una pizca de hipocresía.
Yo sabía y
todavía creo tener bastante claro como son las cosas. El que quiera o no que
sean lo que son, es otro asunto. Mi asunto.
Y a toda la
gente que se inmiscuye en mi mente tergiversando ideas y cambiando pensamientos
(o al menos intentando) les digo: ya soy bastante grande como para meterme en
los asuntos en los que tenga ganas de enclavarme, a consciencia propia,
equivocarme si es necesario y aprender de mis errores; pero siempre porque yo quise. No ustedes.