9.5.12

Amiga:


Amiga. Sí, una de las mejores. De las más añejadas, moldeadas por los tiempos juntas y los muchos proyectos inconclusos; por los tiempos de distancia y las anticipadas reacciones de la otra. Una de las más queridas.

Seguramente te preguntarás por qué no somos como antes. Por qué antes hasta un ‘hola’ era el comienzo de inacabables risas. Pero ahora ya no alcanza. Ya no es suficiente. Ya no, no ahora. Es que nunca hablamos del tema; es difícil abordarlo. Yo cambié, no soy lo que era antes. Supongo que entendí cosas que me hicieron crecer, ser más adulta. Nadie quiere cambiar así; por lo menos no yo. No quiero crecer. Quiero ser neta e inmaculadamente feliz, aunque implique ser ignorante, no importa. Quiero que en mis relaciones con la gente no existan los prejuicios. Quiero que todo sea como antes. Cuando tenía 5 y un ‘¿querés ser mi amigo?’ era el comienzo de infinitas horas de juego. Ahí sí que no te importaba nada un carajo. Ahí sí que eras feliz sin importar qué. Ahí no te importaba el ‘qué dirán’. Hacías lo que tenías ganas y eras lo mejor del mundo. Eras feliz, FELIZ. Sólo eso.

Me hubiera gustado nunca haberme enterado de eso que me dijiste una tarde medio entre risas escondiendo un sincero sentimiento de culpa, rencor e indecisión; un pávido sentimiento de tener sabido que ibas a perder algo. Bueno, por lo menos eso imagino yo. Porque desde esa tarde ya no sé en que pensás, ya no sé qué decirte, como tratarte, nada. Todo, absolutamente todo es distinto sin importar lo que se diga. Y, si. Es una lástima pero no me resigno, no quiero usar la palabra ‘era’; eso sería de cobarde. Eso sería tirar la toalla. Entregarse con los brazos abiertos a la bestia. YO NO.

“No hay notas equivocadas, es la siguiente la que lo determina.”
-Miles Davis.

Y esa nota se espera con anhelo porque yo no me rindo.