Esos ojos
marrones llenos de picardía.
Esas manos
ásperas con las uñas cortitas.
Esa
cintura medio rechonchita.
Esa cabellera
indomable.
Esos
movimientos humoristas y bruscos.
Esa
sonrisa.
La forma
en que concluís un chiste.
El dejo de
tu voz cuando te enojás.
La
cantidad de pruebas desaprobadas que podés asumir.
La forma
en que encubrís tu reconcomio cuando algo te preocupa.
Tu risa de
dientes medio amarillosos.
Como
saludás a mi viejo.
Es tan
real que casi parece mentira.
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